Luis Ernesto Miramontes Cárdenas, ingeniero químico de origen nayarita, sintetizó en un pequeño laboratorio de la Ciudad de México, la hormona que sirvió de base para crear la primera píldora anticonceptiva. Luis Miramontes era un estudiante de 26 años cuando hizo el descubrimiento para la empresa Syntex y ese episodio le valdría para ser el único mexicano en aparecer en el USA Inventors Hall of Fame, al lado de Louis Pasteur, Thomas Alva Edison, Alexander Graham Bell, entre otros científicos famosos.
A una historia de omisiones y al debate sobre quién fue el verdadero creador de la píldora, el mismo Miramontes Cárdenas contesta en un artículo publicado en la Revista de la Sociedad Química de México en 2001: “Yo no soy el inventor de la píldora anticonceptiva, el inventor fue el doctor Gregory Pincus, a quien conocí y me distinguió con su amistad; yo soy el descubridor del compuesto químico que originó la mencionada píldora. Algunos dicen que somos los padres de la píldora, no los inventores”.
La noretisterona, que fue el compuesto sintetizado por Miramontes Cárdenas el 15 de octubre de 1951, es hasta hoy uno de los ingredientes activos de los anticonceptivos orales tomados por millones de mujeres en el mundo. En 2006 fue enlistada por la revista brasileña Galileu como una de las diez sustancias químicas más importantes y revolucionarias en la historia del hombre.
Luis Miramontes fue “un inventor genial”, afirmó su hijo Octavio Miramontes Vidal, investigador en el Instituto de Física de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), quien en entrevista conversó sobre la obra de su padre, sobre su pasión por la fotografía, la cocina y su amor profundo por las mujeres, de quienes estuvo rodeado desde su infancia y para quienes “creó el mayor invento que cambiaría para siempre el rumbo de su historia”.
Una tía revolucionaria
Luis Miramontes nació el 16 de marzo de 1925, en un Nayarit convulso y posrevolucionario “donde cualquiera cargaba una pistola y todo se arreglaba a tiros. Las mujeres no la tenían fácil”, comentó Octavio Miramontes. “Mi padre fue hijo de una persona que era importante en la vida política de Nayarit en esa época, pero que no lo reconoció como su hijo. Entonces eso lo marcó mucho durante toda su vida”, expresó.
De esta forma, Luis Miramontes fue “cobijado” y estuvo siempre rodeado por las mujeres de su familia, por su madre Esther Cárdenas y por sus tías. Una de las tías tuvo un papel destacado en la Revolución Mexicana, María Dolores Cárdenas Aréchiga, quien fue una comandante en las tropas de Francisco Villa y lideraba en el norte del país.
“Ella era una comandante muy valerosa. Cuando acabó la Revolución se fue de profesora rural con el proyecto de educar a México, que Lázaro Cárdenas se había tomado muy en serio. Y fue ella quien educó a Luis Miramontes”, afirmó Octavio. Esa es la génesis de lo que lo hizo un hombre sensible hacia las mujeres, según considera su hijo. “No era para nada el macho mexicano de sus tiempos. Mi padre era muy respetuoso con las mujeres. Creo que eso es algo que los hombres adquieren cuando reciben mucho cariño cuando son niños”, aseguró.
De Nayarit a San Ildefonso
En 1943 Luis Miramontes llega a la Ciudad de México, después de ganar una beca para ingresar a la Escuela Nacional Preparatoria, ubicada en San Ildefonso. “Tuvo como compañeros a grandes creadores de aquella época, como el director de orquesta Francisco Savín; eran muy amigos, hay fotos de ellos caminando muy elegantes por la calle”, comentó Octavio Miramontes.
De 1945 a 1949, hizo los estudios de Ingeniería Química en la Escuela Nacional de Ciencias Químicas de la UNAM, en su sede en Tacuba. Para 1950 ya trabajaba en los Laboratorios Syntex S.A., laboratorio fundado y dirigido por un grupo de científicos extranjeros (George Rosenkranz, Emeric Somlo y Federico Lehmann) que entonces intentaban obtener una fuente de materia prima para la fabricación de hormonas a gran escala. Se sabía que la planta del barbasco tenía un precursor hormonal.
Fue el 15 de octubre de 1951 cuando el joven universitario, que realizaba su trabajo de tesis en el laboratorio de Syntex, llevó a cabo una hazaña que venía persiguiendo desde hace tiempo, junto con el director de su tesis, Carl Djerassi: sintetizar el primer anticonceptivo oral femenino, basado en esteroides.
El trabajo más trascendente de Miramontes Cárdenas dentro de Syntex fue justamente el que lo condujo a obtener la noretisterona, también conocida como noretindrona, la hormona progestacional de administración oral más activa entre todos los esteroides conocidos entonces. El 22 de noviembre de ese mismo año solicitaron la patente y, en marzo del año siguiente, apareció reportado el hallazgo en un artículo del Journal of the American Chemical Society.
Sin embargo, un poco antes, en abril de 1952, Carl Djerassi había expuesto parte de sus resultados ante la comunidad de especialistas químicos dentro de un congreso académico. Fue muy probable que allí otros investigadores encontraran soluciones a los problemas aún sin resolver en sus laboratorios, por lo que las empresas rivales de Syntex actuaron rápidamente. Los laboratorios Searle solicitaron, a mediados de 1953, una patente por la síntesis de un compuesto que llamaron noretinodrel, cuya configuración química era básicamente igual a la noretindrona de Syntex.
La noretisterona se patentó primero en México y después en todo el mundo. La patente norteamericana se concedió el primero de mayo de 1956. Fueron científicos y médicos investigadores norteamericanos los que hicieron los estudios toxicológicos y clínicos en la Fundación Worcester de Estados Unidos, a fin de desarrollar una píldora anticonceptiva que se probó primero en Puerto Rico y en Haití con 6 mil mujeres y después en Estados Unidos con 10 mil mujeres voluntarias. En 1960, la Food and Drug Administration (FDA) aprobó la comercialización de la píldora y enseguida apareció Norlutin con el compuesto de Syntex, y casi simultáneamente Envoid, del mencionado Searle.
Recuerdo trascendente
“Presenciar y constatar la influencia determinante que ha tenido el descubrimiento del primer antiovulatorio activo por vía oral, para romper las viejas barreras ideológicas y transformar valores humanos en el ámbito mundial, constituye tal vez la mayor satisfacción y honor que he recibido en mi carrera como investigador; sin embargo, en muchos países, por desgracia, las cosas no han cambiado”, escribió en 2001 Luis Miramontes, en el artículo publicado en la Revista de la Sociedad Química de México.
Este “trabajo resultó importante”, como él mismo lo afirmó en el escrito. La síntesis del primer componente de la píldora, le valió a Luis Miramontes una multitud de reconocimientos, entre ellos, haber sido incluido como el único mexicano en el USA Inventors Hall of Fame.
Más adelante, en una encuesta realizada por el Engineering and Technology Board (ETB), que reúne a todo el sector de las ingenierías en Reino Unido, la píldora anticonceptiva fue ubicada en el lugar número veinte de los inventos más importantes jamás ideados por la humanidad. Es la única aportación en toda la historia de la ciencia mexicana que ha recibido un reconocimiento similar, aseguró Octavio Miramontes.
Para el investigador, “la genialidad de Luis Miramontes es que era un químico muy conocedor de los procesos de laboratorio para la síntesis de moléculas. No obstante, su reconocimiento ha sido más hacia el exterior. Ha ganado un poco de impulso con la existencia de internet. Pero antes de eso era casi desconocido, más allá de un puñado de químicos especialistas. La razón, y el propio Miramontes lo decía, tiene que ver con el conservadurismo de la sociedad global y de la mexicana en particular”.
Según su hijo, Luis Miramontes fue estigmatizado en su momento: “Mi mamá nos platica que en aquella época vivían en Atizapán y ahí cerca hay una población muy importante que se llama Tlalnepantla; en aquella época el párroco de ese lugar, cuando se enteró de que mi madre era la esposa del inventor, la amenazó con una excomunión”.
Después se mudaron a la Ciudad de México. “Y entonces en los 70 empezaron a haber algunos reconocimientos muy puntuales, me acuerdo de artículos en los años 70 que aparecieron en Excélsior, un periódico muy destacado en esa época. En televisión Manolo Fábregas fue el primero que le hizo una entrevista, me acuerdo haberla visto, todavía era en blanco y negro”, recordó Octavio Miramontes.
Fue en los años 80 cuando se le reconoció con el Premio Nacional de Química. En el 2001 la Secretaría de Salud y la UNAM hicieron conmemoraciones, “pero de nuevo muy puntuales, nada que haya aparecido en la prensa o la televisión”, comentó.
En 2004, “cuando muere mi padre, la familia llamó a un periódico de circulación nacional, les dijimos que había muerto Luis Miramontes y ellos nos contestaron que si queríamos hacer el obituario costaba tanto; entonces no estaban dispuestos a divulgar que una persona desconocida había muerto, no les interesaba, no sabían quién era”, recordó.
Pero Luis Miramontes pertenecía a “otra generación, él tenía una visión romántica de la ciencia y decía que lo importante era su contribución a la humanidad. Nunca quiso ser reconocido por ello, ni tampoco ganó un centavo por su invento, sólo los 10 dólares que le dieron cuando hizo el descubrimiento. En una ocasión, después de varios años, recibió una invitación de una firma de abogados de Estados Unidos diciéndole que había mucha gente haciéndose millonaria con el invento y que él podía perfectamente pelearlo. Nos mostró esa carta, pero enfrente de nosotros la rompió, porque no estaba interesado en ganar un centavo”.
Octavio Miramontes aseguró que tuvo una relación muy cercana con su padre, igual que la tuvieron sus nueve hermanos. “Luis Miramontes tenía diversas pasiones, le gustaba cocinar, la fotografía, la pesca, la agricultura, el campo, incluso una vez quiso producir vino. Pero lo más importante es que estaba feliz de ver el camino que las mujeres habían tomado. Ver a sus cuatro hijas ser profesionistas. Mi padre estaba contento de verlas graduadas de la universidad, que tenían la oportunidad de poder elegir”, dijo.
FUENTE: AGENCIA INFORMATIVA CONACYT
felicidades por la publicacion de este artículo, interesante pora todos los mexicanos por su gran aportacion a la salud materna pero triste por la falta de reconocimiento .
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